Cheng, octava parte
La mano de Carlo agarró la cabeza de Cheng y la aplastó contra el suelo, Cheng intentó liberarse, pero le italiano era demasiado fuerte. Cheng se concentró en sus antebrazos, y una serpiente salió de cada uno de ellos, lanzándose directas al cuello de Carlo, que se alejó instintivamente dejando el tiempo suficiente a Cheng para rodar hacia un lado y volver a ponerse en pie. Carlo se palpó el cuello para comprobar que las alimañas no le habían hecho nada y miró a Cheng sorprendido. —¿Qué ha sido eso? Cheng no contestó, se limitó a quitarse la camiseta y dejar al descubierto un cuerpo lleno de tatuajes: una serpiente enroscada en cada uno de los antebrazos, un dragón que ocupaba todo el pecho, una máscara de un demonio chino en el brazo izquierdo y un sinfín de ideogramas. Carlo asintió al entender el origen de las serpientes. Cheng concentró su energía y los ideogramas tatuados en su cuerpo comenzaron a emitir un brillo dorado y de su pechó surgió un dragón de escamas verdes y ojos comp